Sergio Barbero se instaló en esta localidad de Tierras Altas deshabitada hace décadas para luchar desde ahí contra la guerra y poder llevar su mensaje a los niños, "el futuro de este mundo"
IRENE LLORENTE YOLDI. La Cuesta | Ataviado con un mono blanco, Sergio Barbero Pecharomán llegó a La Cuesta el 18 de junio de 2003 procedente de su marcha por la paz. Madrileño de nacimiento trabajaba como impresor maquinista de offset en una empresa de la capital española. Pero a sus 35 años y debido al desastre del "Prestige" despertó de un letargo del que él mismo asegura "estamos sumidos toda la sociedad".
Y lo dejó todo para marcharse a pie hasta Santiago de Compostela en busca de la paz y la lucha en favor de la naturaleza. Aunque siempre ha estado relacionado con tareas solidarias, un primer viaje a Galicia para colaborar como voluntario en los trabajos de limpieza de chapapote le dio fuerzas para promulgar el amor y la solidaridad.
Soñador, defensor del mundo rural, pacifista convencido es ante todo un amante de la amistad y un punto de apoyo para los jóvenes en quienes confía para "acabar con este mundo de odios, guerras y egoísmos". Se autodefine como un "guerrero de la paz". Sus armas, "cañonazos de amistad y amor". Y su bandera "ésa que no necesita ni logos ni mastines para alzarse, que es el amor y las buenas aptitudes que tenemos todos dentro de nuestro corazón y que dejándolo despertar hondeará a los cuatro vientos en busca de la justicia y la libertad".
"Al volver a Madrid de ayudar a limpiar la faena del "Prestige" intenté mantener por todos los medios esa llama interior que había despertado en mí durante mi viaje a Galicia. Estaba cansado de oír "nunca más", "basta ya", y yo dije "Nunca más, basta ya, por fin". Mi marcha por la paz no era ninguna penitencia, ni una búsqueda de fama, sino que símplemente la inicié porque todavía confío en que otro mundo es posible, por lo que me volví a poner el mono y salí a la carretera hasta Santiago de Compostela".
Pero no contaba con que a su paso por localidades como Medina del Campo o Benavente los vecinos ya tenían conocimiento de este "guerrero de la paz" y algunos profesores de colegios le reclamaban para que se iniciara en una tarea educativa con los chavales, "para que les enseñara mi filosofía de la vida y eso hice. Por fin descubrí el verdadero sentido de mi marcha: instar a todos a dar un golpe de timón y cambiar el rumbo de este barco que nos lleva a todos, y en especial a los niños, que son nuestro futuro. .
Explica que a pesar de que le había costado mucho levantar esa llama de amor y solidaridad, "tras las elecciones la llama pasó inadvertida. Fue como un huracán. De repente ya no había guerras, ya no hay hambre, no hay contaminación, cuando este maravilloso planeta sigue sufriendo el acoso y el azote del "homo codiciosus" destructor".
Por eso fue cuando decidió asentarse "en alguna parte del mundo". Y eligió Tierras Altas para ello. Primero estuvo viviendo en Taniñe, pero cuando descubrió el deshabitado pueblo de La Cuesta (localidad pedánea de Villar del Río) se marchó para allá. Y empezó, de forma desinteresada, a arreglar calles, levantar muros, evitando así el implacable efecto de la despoblación. Se empadronó en Villar del Río y trabajó durante el verano en San Pedro Manrique para tener un mínimo de subsistencia, ya que había agotado todos sus ingresos durante las marchas. "Ahora La Cuesta vive", explica orgulloso. Además, una familia de Calahorra ha comprado recientemente dos casas para arreglarlas y poder ir más a menudo, con lo que no se siente solo. Mientras, sigue instando "a todos a descubrir lo bueno de la vida y de la naturaleza, como alguien que descubre un buen plato de comida e intento contagiar a la gente de mi felicidad y de que se puede vivir sin mucha materialidad de la que nos rodea".
Aunque no está en contra del progreso ni de la tecnología carece de agua corriente y de electrodomésticos, pero tiene un teléfono móvil, para mantener contacto con el mundo, y electricidad, ya que reconoce que a lo único que no ha renunciado es a la música. "Hasta ahora había vivido como uno más formando parte del juego de unos pocos ricos, pero me he cansado de jugar cuando siempre pierden los pobres", explica Sergio.
Desde su hogar, La Cuesta, es desde donde quiere continuar con su mensaje. Espera poder rehabilitar una casa, propiedad del Ayuntamiento de Villar del Río, para hacer de ella un albergue "y vengan chavales de colegios, se pongan en contacto con la naturaleza y vean la calidad de vida que tienes al vivir así". En unos meses marchará a Salamanca y Valladolid para dar unas charlas en varios colegios sobre un mundo mejor, el mundo que cree que todavía es posible conseguir.
Y lo dejó todo para marcharse a pie hasta Santiago de Compostela en busca de la paz y la lucha en favor de la naturaleza. Aunque siempre ha estado relacionado con tareas solidarias, un primer viaje a Galicia para colaborar como voluntario en los trabajos de limpieza de chapapote le dio fuerzas para promulgar el amor y la solidaridad.
Soñador, defensor del mundo rural, pacifista convencido es ante todo un amante de la amistad y un punto de apoyo para los jóvenes en quienes confía para "acabar con este mundo de odios, guerras y egoísmos". Se autodefine como un "guerrero de la paz". Sus armas, "cañonazos de amistad y amor". Y su bandera "ésa que no necesita ni logos ni mastines para alzarse, que es el amor y las buenas aptitudes que tenemos todos dentro de nuestro corazón y que dejándolo despertar hondeará a los cuatro vientos en busca de la justicia y la libertad".
"Al volver a Madrid de ayudar a limpiar la faena del "Prestige" intenté mantener por todos los medios esa llama interior que había despertado en mí durante mi viaje a Galicia. Estaba cansado de oír "nunca más", "basta ya", y yo dije "Nunca más, basta ya, por fin". Mi marcha por la paz no era ninguna penitencia, ni una búsqueda de fama, sino que símplemente la inicié porque todavía confío en que otro mundo es posible, por lo que me volví a poner el mono y salí a la carretera hasta Santiago de Compostela".
Pero no contaba con que a su paso por localidades como Medina del Campo o Benavente los vecinos ya tenían conocimiento de este "guerrero de la paz" y algunos profesores de colegios le reclamaban para que se iniciara en una tarea educativa con los chavales, "para que les enseñara mi filosofía de la vida y eso hice. Por fin descubrí el verdadero sentido de mi marcha: instar a todos a dar un golpe de timón y cambiar el rumbo de este barco que nos lleva a todos, y en especial a los niños, que son nuestro futuro. .
Explica que a pesar de que le había costado mucho levantar esa llama de amor y solidaridad, "tras las elecciones la llama pasó inadvertida. Fue como un huracán. De repente ya no había guerras, ya no hay hambre, no hay contaminación, cuando este maravilloso planeta sigue sufriendo el acoso y el azote del "homo codiciosus" destructor".
Por eso fue cuando decidió asentarse "en alguna parte del mundo". Y eligió Tierras Altas para ello. Primero estuvo viviendo en Taniñe, pero cuando descubrió el deshabitado pueblo de La Cuesta (localidad pedánea de Villar del Río) se marchó para allá. Y empezó, de forma desinteresada, a arreglar calles, levantar muros, evitando así el implacable efecto de la despoblación. Se empadronó en Villar del Río y trabajó durante el verano en San Pedro Manrique para tener un mínimo de subsistencia, ya que había agotado todos sus ingresos durante las marchas. "Ahora La Cuesta vive", explica orgulloso. Además, una familia de Calahorra ha comprado recientemente dos casas para arreglarlas y poder ir más a menudo, con lo que no se siente solo. Mientras, sigue instando "a todos a descubrir lo bueno de la vida y de la naturaleza, como alguien que descubre un buen plato de comida e intento contagiar a la gente de mi felicidad y de que se puede vivir sin mucha materialidad de la que nos rodea".
Aunque no está en contra del progreso ni de la tecnología carece de agua corriente y de electrodomésticos, pero tiene un teléfono móvil, para mantener contacto con el mundo, y electricidad, ya que reconoce que a lo único que no ha renunciado es a la música. "Hasta ahora había vivido como uno más formando parte del juego de unos pocos ricos, pero me he cansado de jugar cuando siempre pierden los pobres", explica Sergio.
Desde su hogar, La Cuesta, es desde donde quiere continuar con su mensaje. Espera poder rehabilitar una casa, propiedad del Ayuntamiento de Villar del Río, para hacer de ella un albergue "y vengan chavales de colegios, se pongan en contacto con la naturaleza y vean la calidad de vida que tienes al vivir así". En unos meses marchará a Salamanca y Valladolid para dar unas charlas en varios colegios sobre un mundo mejor, el mundo que cree que todavía es posible conseguir.
Articulo sobre Sergio durante su estancia en La Cuesta, Soria.
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